Las leyes en ocasiones sirven no para proteger los derechos de
las personas, sino como una mera artimaña para pisotearlos. La historia
de un hombre que peleó por su casa y ganó pírricamente, nos lo recuerda.
Desde 2009, la historia de Andrew
“Chicken Man” Wordes ha entrado y salido de las noticias, pero por
tratarse de un caso legal se le ha prestado poca atención. El hombre que
defendió primero su derecho a criar aves de corral en su propiedad, y
que en el proceso descubrió que el gobierno simplemente buscaba un
pretexto para quitársela, se suicidó tres años después de que comenzara
el penoso proceso.
Como un personaje de Kafka, Andrew
Wordes comenzó a recibir citatorios judiciales en febrero del 2009; a
diferencia de José K., el delito que se le imputaba a Wordes era claro,
pero absurdo: criar gallinas en su patio, el cual es una propiedad de
casi un acre en el condado de Roswell, Georgia.
Wordes ganó uno tras otro de los juicios
en su contra, pues el argumento de las autoridades (que criar aves de
corral era ilegal en esa zona) dependía de una ley posterior a la fecha
en que él comenzó a realizar esta actividad. Fue aquí que los abogados
se dieron cuenta de que las autoridades de Roswell en realidad querían
hacerse con la propiedad de Wordes, y sólo buscaban un pretexto para
sacarlo de ella.
Como parte de la planeación urbana de
Roswell se plantearon hacer un rediseño urbano de largo alcance; por
desgracia, la propiedad de Wordes interfería con las labores de
renovación y “mejora” de la imagen urbana. Para los abogados se hizo
evidente que citatorios cuya causal era “no amontonar correctamente la
leña” eran simplemente un pretexto.
Wordes fue arrestado de camino a
presentar los papeles que lo declaraban en bancarrota, los cuales
hubieran impedido que le quitaran su casa, en 2011. El hombre fue
sentenciado a servicio comunitario, sólo para recibir una condena
posterior de 99 días –esta vez en prisión– porque las autoridades
afirmaban que sólo cumplió 122 de los 150 días de su primera sentencia.
Al salir de prisión, Wordes colocó un
anuncio en la entrada de su propiedad donde amenazaba con tratar a quien
se acercara como “amenaza física”, y se sentó a esperar a que trataran
de llevárselo nuevamente. Cuando la policía entró a su propiedad y le
pidió que los acompañara, Wordes en un último y tal vez desesperado acto
de dignidad, Wordes activó un aparato explosivo que terminó con su
propia vida, dentro de la casa de la que se negó a irse.
Aquí la última entrevista con “Chicken
Man”, un hombre que demostró a costa de sí mismo la ceguera de la ley y
los intereses creados que la secuestran con sus propios fines.
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