
Aunque el tiempo es uno de los enigmas más elusivos de nuestra realidad,
de alguna manera todos intuimos (o sospechamos) que su existencia está
ligada no solo a la nuestra propia sino a la del universo mismo. El
tiempo comenzó con el Big Bang, aseguran algunos, con la materia y el
movimiento y, siguiendo este razonamiento, parece lógico que termine con
el universo mismo, fin que la ciencia contemporánea pronostica e
incluso considera inevitable.
Sin embargo —y aunque esto pareciera a
primera vista un contrasentido—, recientemente un grupo de
investigadores dio a conocer el diseño de un reloj que podría mantener
el tiempo para siempre, incluso después de que el universo muera.
Se trata de un “cristal de
espacio-tiempo” de cuatro dimensiones. En los cristales de tres
dimensiones convencionales, como los diamantes y los copos de nieve, los
átomos están dispuestos en patrones que se repiten, estructuras
periódicas que se expresan en esas mismas tres dimensiones. En el caso
de este singular reloj, dicha repetición se da tanto en el espacio como
en el tiempo.
A comienzos del año el físico del MIT
Frank Wilczek propuso la idea, aunque solo teóricamente. Pero ahora el
equipo dirigido por Xiang Zhang, del Lawrence Berkeley National
Laboratory, encontró una manera de hacerlo realidad.
Zhang y sus colegas sugieren que un
cristal con estas características podría construirse utilizando un campo
eléctrico que atrapara átomos cargados (iones) y tomando ventaja de la
repulsión natural entre dos partículas con la misma carga (la llamada
repulsión columbina).
“Bajo la influencia de un campo
magnético débil, este cristal de iones en forma de anillos comenzaría
una rotación que nunca se detendría. La rotación persistente de iones
atrapados produciría un orden temporal, llevando a la formación de un
cristal de espacio-tiempo en el estado más bajo de energía cuántica”,
explicó Zhang.
Dicho estado mínimo de energía significa
también la creación de un sistema sin desorden, es decir, sin entropía,
esa parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo
que crece paulatinamente y que, eventualmente, acabará con el universo
—pero al parecer no con este reloj ni con el tiempo ahí contenido.