En el 2013, el diccionario Oxford nombró "selfie" como
la palabra del año. Poco después, este grupo de visualizadores de data
pretenden dar un rostro homogéneo a la práctica social de capturar el
propio rostro en un smartphone.
La ola de la selfie sigue empujando desde el 2013 sin perder tracción: un proyecto de visualización de data llamado SelfieCity está
dedicado enteramente a analizar más de 3 mil autorretratos utilizando
métodos “teóricos, cuantitativos y artísticos”, para extrapolar algunos
significados sociales utilizando software de análisis facial. Moritz Stefaner,
uno de los autores del proyecto, explora diversos clichés asociados a
las selfies y encuentra que la gente se toma muchas menos fotos a sí
misma de lo que podríamos pensar.
“Las selfies son interesantes de
estudiar”, afirma Stefaner. “¿Representan una tendencia sustancial de
cómo creamos y compartimos fotos? ¿Son medios de autoexpresión, herramienta de autopromoción o llamado de atención? ¿Y existe alguna diferencia cultural en la manera en que personas de distintos países toman selfies?”
La respuesta es sí. SelfieCity reunió un
modesto corpus de fotografías tomadas de Instagram, 656 mil en total,
provenientes de cinco grandes ciudades, Nueva York, Bangkok, Moscú, São
Paolo y Berlín, entre el 4 y el 12 de diciembre del 2013. Un primer
análisis utilizando un software de análisis facial determinó que, del
total, sólo 640 fotos eran selfies (el software es incluso capaz de
medir la talla del rostro, el grado de inclinación de la cabeza, si
sonríe o no, etc.)
Estos fueron algunos de los resultados:
- Las selfies no inundan Instagram: sólo entre el 3% y el 5% de cada 300 mil fotos analizadas fueron de hecho selfies.
- Las mujeres se hacen más selfies que los hombres. De hecho, en Berlín la cifra se duplica, mientras que en Bangkok se mantiene casi homogenea en 1.3 selfies de mujeres por cada selfie masculina. En Moscú, sin embargo, las mujeres se toman fotos 4.6 veces más que los hombres. La edad promedio de los hombres que postean selfies en Instagram supera los 30 años.
- Las mujeres adoptan poses más extremas con respecto a la inclinación de la cámara. En promedio, la inclinación de cabeza en mujeres (parte integral del famoso duck face) es 150% mayor que la de los hombres. En otras palabras, los hombres no inclinan la cabeza al retratar su rostro, mientras las mujeres inclinan el objetivo para que aparezca el cuello o los hombros. El récord es de las brasileñas, donde la inclinación media de la cabeza en mujeres fue de 16.9° (probablemente para que el bikini entrara en el cuadro).
- La edad promedio de alguien que se toma una selfie es de 23.7 años.
- Según el software de análisis facial (que asocia la sonrisa o la exposición de los dientes con la felicidad), las selfies más felices fueron las de Bangkok y São Paulo (0.68 y 0.64 sonrisas en promedio), mientras que las más “miserables” fueron las moscovitas, con 0.53 sonrisas promedio.
Los cambios tecnológicos nunca se
distancian demasiado de los cambios sociales. ¿Qué pueden decirnos estas
“metaselfies”, estas imágenes de data, sobre la cultura que las
produce? ¿Podemos decir que se trata aún de una forma de organizar en
experiencia tal cantidad de imágenes, o por el contrario, no es más que
el narcisismo del sujeto y su necesidad de aprobación llevada al punto
extremo de onanismo disfrazado de autoreflexión? ¿Cómo poder ver con
perspectiva la metaselfie, si probablemente nuestro mismo rostro forme
parte de ella?