No se trata de una hipótesis, sino de un tema que le da su razón de ser al Servicio Secreto y otras divisiones de seguridad del presidente más poderoso del mundo.

¿Si alguien tratara de asesinar a Obama,
qué método emplearía?, ¿o de quiénes suelen cuidarse más los que
integran el círculo de protección presidencial? Al parecer no sería un
“tirador solitario”, como en el caso de Abraham Lincoln o JFK (sí,
sabemos que existen teorías de que no fue un solo tirador), sino
mediante algún tipo de artefacto explosivo.
En una entrevista con el sitio Vocativ,
el antiguo veterano del Servicio Secreto y capitán de marines, Dan
Emmett afirmó que el riesgo de un atentado contra la vida de Obama es
latente, pues desde que la guerra en Medio Oriente estalló,
irónicamente, “ha producido algunos de los mejores constructores de
bombas. Las personas que son nuestros enemigos se han convertido en los
más increíbles productores de cualquier tipo de dispositivo explosivo
del mundo. En mi perspectiva es esa, por mucho, la mayor amenaza.”
Y es que el mundo ha cambiado y la
seguridad también; según Emmett, en la era Kennedy se temía a las
personas dementes, a los actos solitarios realizados por individuos
perturbados, pero en nuestros días, los estadounidenses tienen “tantos
enemigos alrededor del mundo que nos odian ideológicamente, que han
creado todo un nuevo tipo de amenaza.”
Para identificar esas amenazas, dentro
del Servicio Secreto se encuentra la división de inteligencia, que sirve
básicamente para medir las amenazas contra la vida del presidente que
se realizan a través de redes sociales.
Si alguien utiliza alguna palabra clave que denote un complot o plan
para asesinar al presidente, la división de inteligencia se pone en
contacto con las autoridades locales para evaluar lo viable de la
amenaza y, en su caso, disolverla. Ésta es también la división que
investiga a todos los asistentes a cualquier evento donde participe
Obama.
Para contrarrestar un tipo de amenazas
de tipo nuclear o bioquímico en contra del presidente se encuentra la
división de seguridad técnica, que evalúa riesgos ambientales y
estructurales en los lugares donde se presente Obama. El master chef de
la marina viaja siempre con Obama para evaluar riesgos en cuanto a lo
que se le ofrece de comida al presidente. Sin embargo, el riesgo de
envenenamiento es menor comparado con la contundencia que una bomba
podría tener.
Según Emmett, el Servicio Secreto y la
división de seguridad técnica podrían reducir al mínimo el riesgo de
artefactos explosivos plantados con anticipación, pero que la verdadera
amenaza consistiría en un acto impredecible (un artefacto explosivo
oculto bajo la ropa de una persona, o un ataque suicida). El consultor
de seguridad global, Christopher Simovich, además, plantea el lado
político de los atentados: “El tiro desde lejos realmente no envía un
gran mensaje. Si buscas algo, eso es un evento catastrófico más que un
‘asesinato’. Lo que yo esperaría ver es un gran mensaje de miedo e
inseguridad a nuestra sociedad americana.”
Pero aunque parezca demasiado ficticio para ser cierto (incluso se hizo un episodio al respecto en Homeland),
tal vez una amenaza mucho más discreta podría venir de los hackers. El
mes pasado trascendió que un hacker desactivó la conexión Wi-Fi del
marcapasos de Dick Cheney para tratar de provocarle un ataque cardiaco;
Barnaby Jack, uno de los que sabían cómo realizar estas delicadas
operaciones a distancia, murió en agosto de este año en circunstancias misteriosas.
Seguramente parte de la labor de ser
presidente consiste en confiar que los millones de dólares empleados en
seguridad ($11 millones al año solamente para la división antibombas del
presidente, por ejemplo) te protejan de la locura y los actos aislados
de “individuos perturbados” e impredecibles, al igual que de complots
más elaborados.