El proyecto The Topography of Tears contrast fotografías microscópicas de lágrimas vertidas durante distintos contextos emocionales.
Es un sitio tan misterioso, el país de las lágrimas…
Antoine de Saint-Exupéry

En sintonía con este modelo correlacional que
parece regir nuestro universo, resulta que los humanos lloramos,
literalmente, montañosas cartografías. Cada vez que nuestras emociones
se manifiestan mediante este mecanismo de expresión y desahogo,
derramamos cristales de sal que, observados en un microscopio, denotan
una inquieta topografía.
Con el propósito de explorar este poético fenómeno, la fotógrafa Rose-Lynn Fisher creó un proyecto llamado The Topography of Tears.
Las imágenes microscópicas que emergieron de este ejercicio nos
sumergen en un recorrido de estética emocional: como si se tratara de
exuberantes mapas –una mirada panorámica desde el cenit–, observamos
elegantes patrones, casi catárticos, que parecen portar intrigantes
narrativas.
Las azarosas
composiciones que encuentro en las lágrimas magnificadas, con frecuencia
evocan una sensación espacial, como tomas aéreas de un terreno
emocional.

Si bien las fotografías, por si mismas,
proyectan una evidente belleza, lo cierto es que al reflexionar que
estos paisajes escurren por nuestras mejillas, justo en ese climácico
momento del llanto, entonces la experiencia adquiere una connotación
mucho más profunda, de introspección compartida.
Es como si cada
una de nuestras lágrimas contuviese un microcosmos de la experiencia
humana colectiva, como la gota de un oceano.