Una lección frontal para millones de jóvenes es la que
nos da este californiano que para emanciparse de rentas o deudas,
prefirió construir su propia casa y el resultado es sorprendente.
Millones de jóvenes alrededor del mundo
compartimos un mismo problema: la vivienda. Entre los múltiples retos
que tenemos a la hora de enfrentar el mundo ‘real’, tras una vida
escolar que generalmente suaviza o amortigua en alguna medida los
embates de la selva sociocultural, el dónde vivir es sin duda uno de los
más complicados –y a la vez inevitables. Tarde o temprano, al
independizarte del hogar familiar, te enfrentas a un sendero bifurcado
que parece condenado a la frustración. Precios excesivos en las rentas,
los cuales pagas sabiendo que a mediano plazo no te significarán ningún
mérito patrimonial o hipotecas que te obligan a someterte durante
quince, veinte o más años a las instituciones bancarias, con complejos
escenarios financieros de los cuales solamente extraes la conclusión de
que serás cautivo, durante una eternidad mental, de tipos a quienes por
cierto consideras como un explícito mal de la realidad contemporánea
–los banqueros.
Evidentemente este escenario puede
resultar en una buena dosis de estrés, y nubla la ruta hacia un destino
que, en teoría, debiese estar garantizado para todos: la calidad de
vida. Y frente a estas circunstancias es difícil concebir más
alternativas que las que componen la nefasta bifurcación: alquileres
sobrevaluados de acuerdo a un mercado inmobiliario generalmente voraz o
hipotecas bancarias poco accesibles y que, paradójicamente, alimentan
ese mismo sistema que origina la poco deseable situación.
Alek Lisefski es un joven californiano
que cansado del panorama inmobiliario que enfrentaba, decidió darle un
dedo medio al mercado y los bancos, y en lugar de seguir alquilando
eternamente un hogar o de endeudarse por muchos miles de dólares, eligió
otro camino –por cierto uno disponible para muchos de los que nos
quejamos de la situación. Alek, quien vive de su trabajo como diseñador
web freelance, reunió toda la información disponible acerca de
cómo construir tu propia casa y utilizando todos sus ahorros y los de su
novia Anjali (que juntos sumaban unos treinta mil dólares), construyó
una diminuta pero acogedora y cómoda casa. Luego de un proceso que,
presumo, fue por completo apasionante, finalmente el nuevo hogar estuvo
listo: una preciosa ‘casita’ móvil, de unos 55 metros cuadrados,
suficiente para que el, Anjali, y su perro Anya, se mudaran.
El arrojó de Alek no solo le permitió
proveerse de una casa libre de deuda, emancipándose de alquilar para
siempre un techo, también lo inspiró a cambiar su estilo de vida,
simplificando su existencia y gozando de los beneficios que probadamente conlleva adoptar esta medida:
Habitar un espacio
tan pequeño me obliga a vivir de una forma más simple, organizada y
eficiente. Sin espacio para almacenar cosas o para esconderme del resto
del mundo, estaré obligado a pasar más tiempo al aire libre, en la
naturaleza y conviviendo con mi comunidad. Esto se traducirá en una
mejor salud y en relaciones más saludables. Al no tener que pagar una
renta entonces ahorraré dinero lo cual me permitirá una vida laboral
menos acelerada, y así tener más tiempo para dedicar a mi salud, a mis
otros intereses y a viajar.
A raíz de esta tan épica como accesible experiencia, Alek creó el proyecto Tiny Project.
Básicamente se trata de un blog en el que comparte su experiencia, las
razones que lo llevaron a tomar esta decisión y el aprendizaje que ha
tenido hasta ahora. pero además los planos de su casa están disponibles
(a cambio de 200 dólares), una medida que no solo le permite generar
algo de dinero extra, sino incitar directamente a otras personas a que
recurran a una opción semejante, con la ventaja de tener la experiencia
de Alek como una referencia útil.
